Ethera salió temprano de su casa agitando con rapidez su larga cola y llevando una pequeña cesta entre las manos. Las primeras luces del sol se filtraban débiles entre las aguas y apenas permitían vislumbrar las pequeñas fachadas de las casas talladas en la roca blanca del acantilado, que servían de refugio para las sirenas.
La joven pelirroja se alejó en busca de las algas medicinales que le había mandado buscar su maestra para realizar con ellas ungüentos, aunque sin demasiada prisa. A Ethera le encantaba nadar a toda velocidad y sentir el agua rozando su piel, pasar a escasos centímetros de
22. El Espejo de los Deseos by LordYorch, literature
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22. El Espejo de los Deseos
Hëkathe estaba sentada con las piernas cruzadas encima del suelo de madera. Los dormitorios femeninos estaban vacíos a esa hora de la tarde. Fenrir, tumbado junto a la frágil puerta que daba al corredor, observaba curioso cómo la guardiana se afanaba preparando sus flechas.
“¿No crees que sería mejor que fabricases el veneno en otro sitio que no fuese el dormitorio?”
La cazadora se encogió de hombros mientras seguía machacando rítmicamente las bayas rojas con el mortero. Tenía el pelo recogido en un descuidado moño sujeto con un par de pinzas y llevaba unos guantes de cuero fi
El bosque estaba totalmente en silencio. La cazadora avanzaba despacio, pisando con cuidado para evitar que las hojas secas crujiesen. Hëkathe estaba al acecho, conteniendo la respiración lo máximo posible para eliminar completamente su presencia, para parecer una parte más de la espesura. Un crujido un poco más adelante hizo que se detuviese, pegando la espalda contra el tronco de un castaño y colocando una flecha en el arco. El muslo de la joven comenzó a arder y Hëkathe notó cómo se diluía entre las hojas caídas, los erizos, las setas del suelo, la rugosa corteza del árbol...
Hofvarpnir caminaba por el sendero a paso lento, haciendo crujir las hojas caídas con sus cascos. Fenrir era solo una sombra gris que se atisbaba ocasionalmente entre los troncos cubiertos de musgo. La cazadora alzó la cabeza y escudriñó el cielo, de un frío azul pálido, a través de las copas de los árboles, cada vez más desnudas por la llegada del otoño. El bosque estaba muy silencioso, como si al igual que los humanos se preparase para honrar a los que ya no se encontraban en este mundo. Cuando el sol se pusiese, las fronteras de la realidad y la muerte se debilitarían por mandato de Mi
Art trade Vacaciones de verano - Donatien by LordYorch, literature
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Art trade Vacaciones de verano - Donatien
La brisa marina acariciaba la piel de Donatien mientras este se relajaba en la tumbona de madera y cuero. El rumor de las olas le llenaba los oídos mientras disfrutaba de una piña colada y contemplaba el paisaje con sus ojos violetas. Rozzen, la leona con el cuerpo medio atigrado, descansaba sobre la arena.
—¿Puedo morderlas, cachorro? —preguntó observando a un grupo de chicas que pasaban junto a la orilla cuchicheando y lanzando miradas poco discretas en dirección al joven guardián.
—No, Ro —le respondió con hastío Donatien.
El joven guardián de cabello negro disfrutaba de
El joven de pelo castaño se dejaba llevar por el paso del caballo mientras contemplaba cómo los juncos se mecían en las orillas del lago Inara con la cálida brisa estival. Una bandada de garzas rosáceas caminaba con tranquilidad en el agua turquesa del lago, buscando algún pez con el que llenarse el estómago. El cálido sol bañaba a las tres figuras que avanzaban despacio por una agreste senda.
Akthëon podría estar disfrutando del hermoso paisaje y la plácida naturaleza si no fuese porque sus manos estaban atadas a su espalda al pomo de la silla. No podía moverse ni saltar del ca
Cuatro figuras caminaban entre los restos de la arrasada aldea. Las viejas cabañas se habían venido abajo y las ruinas estaban sembradas de cadáveres de animales, que no habían podido huir del fuego. Los cuatro guardianes nunca habían visto nada así.
—Esto es peor de lo que pensaba —murmuró el joven de cabello corto, de un rubio tan claro que casi parecía blanco. Los ojos castaños de Tasartir Nolat mostraban una gran tristeza al contemplar los restos destruidos.
Sus palabras quedaron ahogadas por el estruendo de una pared, la única que quedaba en pie de la maltrecha casa, al derrum
—Por fin te encuentro —el repiqueteo metálico de un par de botas de acero que se acercaban se perdía entre las bulliciosas conversaciones de los guardianes—. Tenemos una charla pendiente.
La cazadora levantó la vista de la jarra de cerveza y le indicó a la recién llegada con un vago ademán que tomase asiento en la silla libre que había ante ella. Rowen se sentó y Garm, su negro acompañante, se tumbó en el suelo a su lado. El perro inclinó la cabeza en un silencioso saludo al lobo gris que descansaba junto a la arquera, con los ojos dorados perdidos en un mundo de dioses
Los rayos del sol de la mañana se filtraban entre las hojas verdes de los árboles. La primavera estaba en su máximo esplendor y las flores multicolores alfombraban el suelo del bosque, que parecía rezumar de vida. Un gran lobo gris avanzaba entre los gruesos y ancianos troncos, repletos de nudos y oquedades en los que podrían coger un adulto de pie sin ningún problema. Una fresca brisa del oeste soplaba en el mar de copas, que se mecían lentamente, haciendo que un mosaico de luz brillase en el rostro de Hëkathe.
La cazadora avanzaba con el arco preparado, observando con detenimiento todo lo que la rode
El fuego crepitaba cálido en el salón subterráneo. Unos cuantos hombres de negro charlaban despreocupadamente y bebían a su alrededor, sentados sobre taburetes y sillas muy dispares. Lledó cogió su laúd y comenzó a acariciar las cuerdas, tocando una melodía pegadiza para pasar el rato. Su cabello negro caía en cascada por sus hombros y su turbante verde estaba ladeado.
—¿Por qué no cuentas una de tus historias?
Los extraños ojos del bardo, uno dorado y el otro gris, observaron al joven que le había hablado. Este estaba sentado a su lado, vestido también de oscuro